¿Qué es lo que realmente lleva a los atletas extremos a hacer lo que hacen?
El pasado fin de semana, el famoso atleta extremo Dean Potter junto a su compañero de escalada Graham Hunt, fallecieron en un accidente de base jump cuando intentaban realizar un salto con traje de ardilla desde Taft Point, un mirador que se eleva sobre el valle de Yosemite. En otro lado del mundo, apareció un vídeo en YouTube, nuevamente de un base jumper de 73 años llamado James E. Hickey, que murió tras incendiarse su paracaídas, en lo que se suponía que era una acrobacia. Estas tres muertes parecen confirmar las implicaciones trágicas de la personalidad impulsiva y buscadora de emociones de los atletas extremos: qué otra cosa podría explicar una afición que implica lanzarse a 2.500 metros de altura desde un acantilado (con o sin un paracaídas en llamas)?
Al final, se trata de actividades realmente peligrosas. El salto con traje de ardilla, para los que no lo conozcan es algo así como transformarse en una ardilla voladora humana: el traje tiene alas de tela similares a las de un paracaídas bajo los brazos y entre las piernas que permiten al usuario volar con el viento. Se trata de una forma de base jump. Un estudio reciente dirigido por la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado revelo que el 72% de los 106 saltadores entrevistados habían sido testigos de la muerte o las lesiones catastróficas de un compañero.
Así es que tiene sentido pensar que las personas que se dedican a estas actividades corren riesgos insensatos por el solo hecho de la emoción. (El propio Potter perdió el patrocinio de Clif el año pasado después de que un documental mostrara que corría riesgos con los que la empresa no se sentía cómoda). Sin embargo esta no es una descripción exacta de los individuos que Eric Brymer, psicólogo de la Universidad Tecnológica de Queensland en Brisbane (Australia), ha encontrado en más de una década de estudio de atletas extremos experimentados. Por el contrario, Brymer dijo que su trabajo ha sugerido que muchos atletas extremos son lo contrario de impulsivos; no sólo son planificadores cuidadosos y reflexivos, sino que en realidad evitan a los buscadores de emociones y los miran con desagrado.
Cuando comenzó su trabajo, la mayor parte de la literatura científica sobre psicología y deportes extremos vinculaba la actividad extrema a una serie de características no muy buenas: búsqueda de emociones, hedonismo, etc. Sin embargo, ninguna de estas cosas describe con exactitud a las personas que había conocido en la empresa de aventuras al aire libre en la que trabajaba mientras estudiaba. Cuando investigó más a fondo, descubrió que la mayor parte de las investigaciones realizadas hasta entonces se habían llevado a cabo en adolescentes y adultos jóvenes, que de todos modos tienden a ser muy impulsivos y a tomar malas decisiones.
Pero cuando llevó a cabo una investigación específica sobre entusiastas experimentados de los deportes extremos, encontró pocas pruebas de que los participantes sean imprudentes o tengan algún tipo de deseo freudiano de morir. Por el contrario, Brymer descubrió que los atletas extremos «mayores», es decir, los que ya han pasado la mitad de los 20 años, ejercen una profunda cautela en la misma proporción que el alto riesgo que implican. Muchas de estas personas son muy inteligentes, metodológicas y sistemáticas, afirma Brymer. Las personas a las que ha entrevistado no hacen un viaje espontáneo a REI y luego se lanzan por un acantilado, sino que pasan años estudiando el entorno y la mecánica de, por ejemplo, los paracaídas, antes de emprender cualquier acción, para que sea lo más segura posible.
Si el planteamiento de estos atletas es más reflexivo de lo que el resto de nosotros podría sospechar, también lo son las motivaciones que los llevan a practicar deportes extremos en primer lugar. No buscan simplemente una súbita alza de adrenalina, lo que hace que muchos de ellos vuelvan es algo parecido al estado de fluidez que se consigue con la meditación consciente, en el que estás tan metido en el momento que todo lo demás desaparece, dice Brymer. «Estás centrado en el aquí y el ahora».
Potter lo describió una vez de esta manera a ESPN: «Mi visión es más aguda, y soy más sensible a los sonidos, a mi sentido del equilibrio y a la belleza que me rodea. … Algo brilla en mi mente, y entonces nada más en la vida importa», dijo. Los deportistas entrevistados por Brymer han expresado sentimientos similares. La actividad en sí misma permite experiencias que van más allá de lo cotidiano. La gente habla de que sus sentidos están vivos, de que son capaces de ver las cosas con mucha más claridad. Les da una idea de lo que significa ser humano como en las capacidades que tienen y que no aprovechamos en la vida cotidiana.
Otra idea errónea sobre los atletas extremos es que deben tener una respuesta de miedo más débil que el resto de nosotros. Muchas personas dan por sentado que, por hacer cosas como el base jump, se pierde la sensación de miedo. En realidad, este es una parte importante de la experiencia. No se trata de la ausencia del miedo, ni de ignorarlo cuando se siente, sino de aprender a utilizarlo.
La gente tiende a dividir las emociones en buenas y malas, y la desagradable ansiedad del miedo hace que se suela colocar en la categoría mala. Pero probablemente esa no sea la mejor manera de pensar sobre tal sentimiento. El miedo te despierta y te hace estar más atento a las posibles amenazas o a las cosas que podrían salir mal, cosas todas ellas muy útiles en una situación potencialmente peligrosa. (Brymer ha entrevistado a base jumpers que dicen que no les gusta saltar con gente que no tiene miedo). Si, al estar al borde de un acantilado, el saltador se asusta un poco, se convierte en un momento para comprobar el trabajo de comprobación y verificación de todos los factores que pueda influir en el vuelo (condiciones ambientales, equipo de seguridad, etc.). Si algo no va bien, si el viento no sopla correctamente, por ejemplo, el atleta extremo experimentado lo dejará y volverá en otra ocasión.
Pero si, después de repasar esa lista mental, todo es correcto, es el momento de superar el miedo. «Parece haber una relación entre dicha experiencia de miedo y la capacidad de superarlo con el conocimiento, la experiencia y el entrenamiento adecuado», afirma Brymer. «En lugar de que el miedo los detenga, se convierte en esta forma de decir: Tengo que prestar realmente atención y ser serio aquí. La presencia del miedo es, contra intuitivamente, lo que en última instancia les da la capacidad de moverse a través del miedo y superarlo de manera efectiva.
Artículo adaptado y traducido de TheCut